GUILLERMO WIEDEMANN


La pintura de Widemann
Por Jorge Gaitán Durán
(...) No es aventurado afirmar que el viaje de Wiedemann a América y su compenetración verdadera con sus hombres y su paisaje, tuvo influencia decisiva en su salvación plástica. Wiedemann se encontró a sí mismo, para la pintura, en América, y de ahí que a su técnica depurada y compleja sume un vigor y una vida de características novedosas y medularmente arraigadas. El hecho de que Wiedemann sea colombiano por adopción de la nacionalidad no constituye una simple circunstancia vital, sino algo como un símbolo de su propia conciencia artística. Aun cuando, claro está, todo esto tiene como fundamento una poderosa personalidad pictórica, formada por indudables calidades técnicas, humanas y culturales. Sin esta base le hubiera sucedido a Wiedemann lo mismo que a los mediocres pintores foráneos que llegan a América, cuyo paso se reduce a un deslumbramiento ante el color y la luz del paisaje, completamente externo y sin cavar en nuestro barro de dolor, poesía y leyenda. Wiedemann, en cierta parte, la más respetable de su obra, ha captado algo de lo esencial nuestro, sin abandonar su oficio plástico de tradición europea.
Para Wiedemann el color fue, en un principio, el principal elemento, la materia dominadora de su pintura. El color le servía como le sirvió al expresionismo alemán también - para expresar la vida interior y las más hondas sugerencias a través de los matices y las tonalidades. La composición en esta manera pictórica es apenas un recurso del color, mejor dicho una estructura diluida y secundaria donde el trabajo colorístico va realzando y acentuando lo fundamental de la obra. El método de unir los colores en el lienzo le confiere a esta pintura una especial fuerza emotiva y un notable valor plástico y expresivo. Pero Wiedemann en su nueva pintura está buscando la forma, sin menospreciar, desde luego, las excelencias de su sistema colorístico. Este avance hacia la forma le da a su obra más reciente una pureza poética, una limpidez complicada y hermosa. Mucho se ha hablado, en la crítica pictórica, de la nebulosidad nórdica, basada en el color, y de la claridad latina, cuyo fundamento es la forma. Esta generalización, en gran parte falsa, como todas las generalizaciones, no alcanza a convencerme completamente, pues precisamente la característica de la pintura alemana en la alta Edad Media y en el Renacimiento es su esquematismo, que se puede oponer, por ejemplo, al opulento color de los venecianos. Sin embargo, admitiendo esta nebulosidad como norma de ciertas corrientes de la moderna pintura alemana, bien puede advertirse en la pintura de Wiedemann una tendencia a establecer una síntesis entre el color y la forma, entre el desleimiento del color y la precisión de la forma. En óleos como El amanecer, Figuras, Composición, Mujeres y Niña se encuentra plenamente establecido este drama plástico, pues al lado de la antigua intensidad colorística se halla una clara intención de acuñar la forma y de darle al cuadro una integración de masas firme y unitaria. A pesar de todo, como sucede casi siempre, la intención traiciona a su ejecutante, y así se advierte que en la nueva pintura de Wiedemann la búsqueda de la forma parte no de calidades inherentes a ella sino de manchas de color dispuestas originalmente en la tela. Para mí tengo que la principal fuerza plástica de Wiedemann sigue residiendo en el color, circunstancia que de ninguna manera le resta valor a su pintura, pues el color es en este caso un elemento constructivo y poético, regulador y creador. Alrededor de él va surgiendo la armazón general de la obra y se va expresando el sentimiento humano de manera auténtica y veraz, como ocurre también en los más connotados maestros del expresionismo. (...)


Guillermo Widemann (Munich, 1905 - Key Biscayne, 1969). Pintor colombo-alemán. Estudió Bellas Artes en Munich y luego viajó a Berlín donde se vinculó con los expresionistas del grupo El Puente. Durante los años treinta vivió en París e Italia. Al estallar la Segunda Guerra Mundial se exiló en Colombia, país que fue determinante para su desarrollo artístico. Sus primeros paisajes recrean lugares tropicales como Girardot y Saldaña, y es notoria su fascinación por el trópico, que según su testimonio, le revelaría el color de su arte. Su primera exposición fue en 1940 en la Biblioteca Nacional de Bogotá. En 1946 le fue otorgada la ciudadanía colombiana. Al final de la década del cincuenta encontró su "ámbito abstracto" que en adelante jamás lo abandonaría. Sus collages, de gran artificio técnico, serían de fundamental importancia en su producción posterior, y sería allí donde encontraría su reconocimiento nacional. Utilizó telas y cuerdas, ropa reciclada y estructuras metálicas para conformar sus composiciones. Jorge Gaitán Durán, Luis Alberto Acuña y Marta Traba escribirían importantes comentarios sobre su obra.